Divinas estrellas del cielo
El origen mesopotámico de las constelaciones celestes
Presentación
Los catálogos de estrellas babilónicos son los más antiguos tratados astronómicos que han llegado hasta nosotros y ponen al descubierto el remoto origen de nuestras constelaciones modernas, que se creían de origen griego. Su estudio es revelador sobre los misterios religiosos de la antigüedad y nos muestra una fascinante concepción del universo, donde ciencia, mito, matemática y poesía se funden, para brillar como una antorcha de conocimiento.
Dingir Mil Anu, «Divinas Estrellas del Cielo», es una propuesta de reconstrucción de la concepción cosmológica de los antiguos mesopotámicos, en 36 láminas que se corresponden a los 36 decanos o constelaciones. Las ilustraciones están inspiradas en la rica y misteriosa iconografía de sumerios, acadios, casitas, elamitas, asirios y babilonios, pueblos que elevaron su conocimiento en esta ancestral tierra entre ríos.
Índice
Dingir Mul Anu
- Asterismos y constelaciones
- Secretos del cielo escritos en tablillas de barro
- Dingir-Anu, símbolo del cielo y del año
- Dumuzi, el vínculo entre el cielo y la tierra
- Iconos estelares
- Cuando Anu, Enlil y Enki
- Tres estrellas cada uno
- La lista de estrellas Mulapin
- Divinas estrellas del cielo
- El Camino de Anu
- El Camino de Enlil
- El Camino de Enki
- Bibliografía
Láminas
Estudi
Asterismos y constelaciones
Desde la remota antigüedad, el ser humano ha buscado respuestas a sus inquietudes más profundas en el perfecto orden de las estrellas celestes. A diferencia de la vida en la tierra, siempre cambiante, caótica e imprevisible, el reino de las estrellas se nos ofrece como un mecanismo regular, ordenado y preciso. El cielo nocturno nos fascina con su perfección indiscutible de reloj cósmico y, todavía hoy, lo escudriñamos y aspiramos a leerlo como si fuera un libro, en cuyas páginas esperamos descubrir los más transcendentes secretos.
La inmensidad de las estrellas nos abruma y, a simple vista, su número ingente podría desalentar cualquier intento de conocerlas y estudiarlas. Pero lo cierto es que la mente humana es ingeniosa y que, a menudo, su tendencia a la simplificación y su disposición a encontrar patrones allí donde no los hay es sumamente práctica para lidiar con el infinito. Así que, para distinguir a unas estrellas de otras, los humanos aprendimos a reconocerlas como asterismos y constelaciones.
Los asterismos son formas y símbolos que nuestras mentes reconocen, gracias al aprendizaje, en la disposición de grupos de estrellas observadas desde la tierra. Las constelaciones son grupos de asterismos que forman imágenes más complejas. Para poner un ejemplo, podemos decir que uno de los asterismos más populares es el Cinturón formado por una alineación aparente de tres estrellas en la constelación que conocemos como Orión, en homenaje a un héroe mítico.
Los asterismos son completamente arbitrarios y convencionales, por ello varían entre culturas. No son un método muy sofisticado de clasificación de las estrellas, puesto que, como hoy sabemos con certeza, las estrellas que los forman no están de ninguna manera cercanas entre ellas, sino a años luz unas de otras, y las líneas con las que las unimos para formar imágenes son completamente imaginarias. Pero, aunque antiguas y rudimentarias, las constelaciones han demostrado ser particularmente prácticas para cartografiar el cielo y, sobretodo, para medir el tiempo con una asombrosa precisión.
La Unión Astronómica Internacional acordó en 1922 la clasificación de todas las estrellas del cielo en 88 constelaciones, según su cercanía a 88 asterismos principales. De estas constelaciones, las 48 visibles en el hemisferio norte ya estaban presentes con la misma nomenclatura y simbolismo en el Almagesto de Claudio Ptolomeo, redactado en el siglo II. Son las constelaciones occidentales tradicionales, cuyo origen podemos encontrar en las antiguas tablillas mesopotámicas.
Secretos del cielo escritos en tablillas de barro
Hace más de cuatro mil años, los habitantes de la antigua Mesopotamia ya estudiaban intensamente el cielo, con el objetivo fundamental de calcular el tiempo de la manera más exacta posible y, así, predecir el paso de las estaciones. Para su estudio de los astros, los agruparon mediante asterismos y se esmeraron en registrar sus ortos y ocasos, es decir, su aparición por el horizonte este y su desaparición por el horizonte oeste, a lo largo del año.
A través de la observación, durante centenares, miles de años, los antiguos fueron desarrollando un importante conocimiento astronómico. En una fase arcaica empezaron a medir los periodos lunares y se dieron cuenta de que el ciclo de las estaciones se repetía cada 12 lunas aproximadamente. Pero eso no era suficientemente exacto, así que prosiguieron su búsqueda. Primero, se dieron cuenta de que el sol subía y bajaba en el cielo en función de un ciclo. Después, observaron que el brillante astro seguía un camino determinado en el cielo, camino que hoy conocemos como elíptica, y que recorría siempre las mismas formaciones de estrellas, que hoy conocemos como constelaciones del zodiaco. Se percataron de que los movimientos del sol en el cielo se reflejaban en los cambios estacionales de la tierra. Así fueron construyendo un calendario cada vez más exacto.
Pero eso no era bastante. Se esforzaron en perfeccionar sus observaciones y tuvieron que desarrollar otras ciencias auxiliares para anotar sus cuentas. Ello contribuyó al desarrollo de la aritmética y del cálculo fraccional, así como a la rápida evolución de la escritura, entre muchos otros avances.
La escritura era un complejo sistema de imágenes esquemáticas o logogramas que podían tener un sentido gráfico o fonético, en función del contexto. Los logogramas se escribían con cálamos afilados de madera sobre tablillas de barro tierno y los símbolos resultantes tenían un peculiar estilo de cuña, por lo cual, esta escritura es conocida como cuneiforme.
La arqueología y la lingüística nos han dado a conocer el contenido de distintos textos astronómicos mesopotámicos del segundo y el primer milenio AC. La complejidad, precisión y sofisticación de estos tratados evidencia un notable grado de desarrollo de la ciencia de la observación astronómica y de las matemáticas fundamentales, lo que es indicativo de un largo proceso de aprendizaje previo, que hubo de haberse desarrollado necesariamente en los siglos y milenios anteriores. De este modo, resulta más que difícil precisar el verdadero origen del sistema de constelaciones que se nos presenta en estas tablillas y de las relaciones míticas y religiosas de su simbolismo, pero todo parece indicarnos que se remonta al menos al tercer milenio AC.
Cinco son las fuentes disponibles para el estudio directo de la antigua astronomía mesopotámica: las simbólicas, las iconográficas, las tablillas Enuma Anu Enlil, el texto Tres Estrellas Cada Uno y la lista de estrellas conocida como Mulapin.
Dingir-Anu, símbolo del cielo y del año
En la antigua Mesopotamia, la idea de cielo se denominaba en lengua acadia Anu y en lengua sumeria An. La entidad An o Anu era para estos pueblos antiguos la máxima autoridad en la jerarquía del universo, cuya soberanía se extendía por igual a la naturaleza y a los seres humanos. El cielo era comprendido como lo permanente, mientras que la tierra se percibía como mutable. En consecuencia, el cielo era entendido como el origen del mundo y el soberano de la existencia.
En nomenclatura moderna, decimos que Anu era un dios, una divinidad. No obstante, hay que señalar que la misma definición de Anu como divinidad puede ser problemática. No hay duda de que alguna vez llegó a ser comprendido como un dios, tan pronto como en el segundo milenio AC. Pero, a la luz de nuestro conocimiento actual de la literatura sumeria, cabría preguntarse si Anu no empezó siendo simplemente el cielo y, al transformarse en un dios, creó la idea misma de divinidad.
En efecto, Anu terminó siendo un dios, y no un dios cualquiera, sino el más alto, el origen de todo, equivalente al Urano griego con quién comparte claramente etimología. Es destacable que, tanto el Anu mesopotámico como el Urano helénico, se comportaron en todos los mitos de un modo peculiarmente pasivo, siendo catalogados por los académicos desde Mircea Eliade como Deus Otiosus, dioses ociosos. Su papel en las respectivas cosmologías se reduce a la creación del mundo y a una posterior supervisión de los acontecimientos, después de haber delegado sus poderes ejecutivos sobre el universo a unos dioses menores, considerados como sus hijos o nietos.
Aunque permanece, el cielo también se manifiesta de modos distintos, como noche y día, como despejado o tormentoso, como calmado o huracanado, como silencioso o estruendoso. Así que no es difícil atribuirle un carácter, una personalidad y convertirlo en un dios mediante un proceso de antropomorfismo. De hecho, tanto en sumerio como en acadio, el nombre del cielo, An o Anu, pasó a designar literalmente la idea de Dios y buena prueba de ello es el uso del símbolo que conocemos como Dingir.
Dingir es un símbolo cuneiforme que se genera con cuatro trazos rectos que se cruzan en el centro, conformando una estrella de ocho puntas. Cuando se encuentra aislado se interpreta como cielo o Anu. Cuando precede a un nombre propio, típicamente designado por los prefijos En (señor o gobernante) y Nin (señora o dama), se interpreta como indicativo de que nos hallamos ante una divinidad y se traduce como «dios» o se omite de la traducción. Cuando aparece duplicado se acostumbra a traducir como el «dios cielo». Cuando se encuentra triplicado se traduce comúnmente como MUL, «estrella».
Es más que plausible que originalmente Dingir-Anu definiera únicamente el cielo y, por extensión, lo «celeste», de dónde acabó derivando en lo «divino». Como muchos antes han notado, esta posibilidad queda reforzada por el parecido fonético y semántico entre el término sumerio Dingir y el Tengri de los antiguos pueblos turcos de las estepas asiáticas, cuyo significado era también «cielo» y «dios». Existen dificultades evidentes para establecer un origen común a dos términos de lenguas tan lejanas en el espacio y el tiempo, pero esta semejanza ha motivado interesantes estudios comparativos que, aunque no concluyentes, abren importantes vías de investigación, todavía por explorar.
La representación gráfica de Anu en el símbolo Dingir nos invita a pensar que éste estaba estrechamente vinculado a una estrella del cielo en particular. Aunque el Camino de Anu es el nombre que recibe en los textos cuneiformes la franja de estrellas cercana al ecuador celeste, no parece probable que Anu se asociara específicamente con ninguna estrella ecuatorial, puesto que ninguna de éstas responde correctamente a su carácter omnisciente y omnipresente. Sin embargo, su relación con el ecuador celeste podría explicarse convenientemente si Anu hubiera sido identificado con la estrella polar, entendida como la estrella inmóvil del norte que, situada en la prolongación del eje de la tierra, parece permanecer en el centro de la cúpula celeste, mientras el resto de los astros rotan a su alrededor, en paralelo al ecuador.
Vamos a recordar que la estrella polar hace cinco milenios no era la misma que en la actualidad, la Polaris de la constelación de la Osa menor. Debido al fenómeno de precesión de les equinoccios, la dirección del eje de rotación de la tierra se desplaza constantemente describiendo periodos de oscilación que se completan en 25.920 años. Eso provoca que el norte geográfico vaya variando sutilmente en relación a las estrellas. Por ello, entre el tercer y el primer milenio AC, la estrella polar era Thuban, en la constelación de Draco, a menudo conocida como el «corazón» o el «ojo» del «Dragón».
La identificación de Anu con la polar Thuban encaja plenamente con la caracterización de esta divinidad como omnisciente y lejana, puesto que, situada en centro del cielo, presidía el completo movimiento de la rueda de los astros y permanecía omnipresente sobre el día, la noche y el paso de las estaciones.
Del mismo modo que se dice de él que era un dios, también se dice de Anu que era un soberano. De hecho, él era el soberano por antonomasia. Y es que, al igual que sucede con su caracterización como divinidad, la definición de Anu como soberano puede resultar hasta cierto punto paradójica, dado que Anu parece haber sido el origen de la misma idea de soberanía.
La propia etimología del término soberanía parece remitirnos a esta antiquísima entidad, siendo que esta deriva del latín «super anus» y se traduce como «por encima del año», es decir, «por encima del cielo», «por encima de todo». Es evidente que, para los antiguos mesopotámicos, Anu era, además del «cielo», también el «año», siendo éste comprendido como el intervalo de días entre dos posiciones exactas del sol en el cielo.
Dumuzi, el vínculo entre el cielo y la tierra
El estudio de las listas de astros y de sus correspondencias simbólicas con los mitos mesopotámicos, nos revela el papel central en el culto y en el calendario de otra entidad: Dumuzi.
Dumuzi fue un dios de la vegetación, principalmente asociado a la primavera, cuando ésta florece, pero también vinculado a otras estaciones del año, como la temporada veraniega de la cosecha y el otoño. El mito de la muerte y resurrección de Dumuzi ha sido objeto de muchos estudios. Por las características de su ciclo mítico, claramente solar y vegetal, ha sido equiparado a otras divinidades como el Adonis griego, el egipcio Osiris, el védico Yam o el mismo Jesucristo.
Sin ser uno de los grandes dioses cosmogónicos, llegó ser uno de los más populares y venerados. Él era el arquetipo del Buen Pastor, el bello amante de la diosa del amor, Inanna, y su culto giraba en torno a su muerte trágica y su posterior resurrección milagrosa. Tras su muerte, Dumuzi permanecía en el cielo y, junto a la serpiente Ningizzida, hacía de guardián de las puertas del Irkalla, es decir el reino del inframundo.
Pese a haber recibido el título de divinidad, su muerte cíclica también le convertía en mortal y eso, probablemente, lo colocaba como el dios más cercano para los hombres. Es muy probable que la aparente contradicción entre el carácter mortal y divino de Dumuzi fuera el núcleo central de una iniciación de tipo mistérico, similar al de otros dioses de la vegetación, como Osiris. Su humanidad está reforzada por el hecho que Dumuzi aparece nombrado como un monarca antediluviano en las distintas listas de soberanos sumerias, por lo que su adoración también debió formar parte de un culto a los antepasados. Se le atribuía la invención del pastoreo y de otros dones civilizadores.
Se le relacionó, entre otras, con las constelaciones de Aries, Tauro, Géminis, Orión e Hidra, todas ellas, constelaciones que el sol recorría durante los meses de primavera y verano, cuando la vegetación está en su plenitud. Su muerte se lloraba con la llegada del otoño. Su ausencia se lamentaba durante el invierno y su resurrección se celebraba en la siguiente primavera.
Estas asociaciones evidencian que la importancia de Dumuzi en los cultos se debía al rol de mediación que ejercía entre lo celeste y lo terrenal. Dumuzi estaba tanto en el cielo como en la tierra y era el verdadero protagonista del calendario agrícola, cuyo control era el objetivo práctico de aquellos primeros astrónomos.
Iconos estelares
La rica iconografía mesopotámica que nos ha sido revelada por la arqueología en los dos últimos siglos nos puede aportar información adicional sobre los conocimientos astronómicos de estos pueblos de la antigüedad y sobre el origen de las constelaciones modernas. Su estudio, para empezar, da cuenta de dos aspectos importantes a tener en consideración. El primero es que, a pesar de la importancia del celeste Anu en la cosmogonía mesopotámica, esta entidad no tuvo un papel central ni especialmente importante, ni en la liturgia, ni en los templos, ni, en general, en la vida cotidiana de los habitantes de aquella civilización, excepto, quizás, durante el periodo más arcaico en la ciudad de Uruk. El segundo: que las entidades o divinidades importantes del panteón mesopotámico, aquellas a las que se levantaban templos y esculturas, a las que se cantaban himnos y se dirigían las plegarias, estaban todas estrechamente vinculadas con astros y fenómenos celestes.
El mismo Anu no ha sido documentado en ninguna forma: ni antropomórficamente, ni zoomórficamente. La única iconografía de esta entidad probada fehacientemente es la representación de un templo o un altar coronado. Ésta es la única imagen de Anu en los numerosos relieves que, además, habitualmente, se representa de forma doble, siendo el primer templo atribuido a Anu y el segundo a Enlil.
A diferencia de Anu, Enlil sí tuvo un papel central en la vida social mesopotámica. Donde Anu era un dios ocioso, Enlil era un dios activo y ejecutivo, juez, castigador, monarca, guerrero. Al igual que Anu, sin embargo, sus representaciones iconográficas son escasas y especialmente alegóricas. Algunos estudiosos han pretendido asociar a Enlil con el recurrente disco solar alado y con el símbolo del águila, por la vinculación de ambos con la idea de realeza. Éstas son asociaciones interesantes pero que siguen siendo discutibles. De lo que no hay duda es que Enlil tenía importantes vinculaciones celestes. Su nombre, interpretado comúnmente como «Señor del Viento», es suficientemente explícito, pero su función en los mitos lo es mucho más, como señor del tiempo atmosférico, administrador de las lluvias y motor de las estaciones. Enlil se asocia también de forma clara con varias estrellas, especialmente con las situadas en la franja norte celeste, en la región circumpolar, que es llamado el Camino de Enlil, y, más concretamente, con la estrella Arcturus, en ocasiones llamada «la estrella del rey».
Una importante entidad mesopotámica que sí tiene una amplia variedad de representaciones es Enki, «el Señor de la Tierra». A veces, es representado como un templo o un altar similar al de Anu y Enlil, pero no coronado como éstos, si no con una referencia zoomórfica, siempre a un animal anfibio, ya sea real o fantástico, como una tortuga o un Capricornio. También le vemos recurrentemente asociado a una representación de tipo antropomórfica, normalmente como un hombre barbudo con un cántaro del que emerge agua, muy parecido a la imagen tradicional de la constelación de Acuario. En otras ocasiones, se le representa con imaginería relacionada con los peces. Esta iconografía encaja a la perfección con la caracterización mitológica de Enki como señor de las aguas subterráneas, de todo lo que habita bajo el horizonte, y con su asociación explícita con las constelaciones meridionales de Capricornio, Acuario y Piscis, que se puede encontrar en distintos textos. Las estrellas de la zona sur del cielo eran llamadas el Camimo de Enki.
Así mismo, hay que hacer referencia a la interesante iconografía de los kudurru, estelas de piedra con representaciones de divinidades, típicas de los pueblos casitas. En estos monolitos, a parte de Anu, Enlil y Enki, se suceden, de manera recurrente, motivos astronómicos. Los kudurru muestran siempre en su parte superior una representación de los tres astros más brillantes del cielo: el sol, la luna y el planeta Venus. Los planetas Marte, Mercurio, Júpiter y Saturno pueden distinguirse en los estandartes y herramientas simbólicas de Nergal, Nabu, Marduk y Ninurta, respectivamente, que son frecuentemente representadas en estas estelas. También, usualmente, los kudurru muestran una serpiente o dragón, que puede estar situado en la parte alta, junto al sol, la luna y el lucero, o en la parte baja, junto a divinidades del inframundo. Esta serpiente es interpretada como una referencia a una constelación, siendo Hidra y Draco las mejores candidatas.
Otros iconos de los kudurru, aunque menos recurrentes, también han sido considerados como representaciones de constelaciones celestes. Entre éstas, podemos encontrar al centauro, el arquero, el hombre-escorpión, el escorpión, el toro, el caballo, la doncella con la espiga, el cuervo y el león.
Aunque no podemos comprenderlas en su profundidad, las referencias celestes y astronómicas de los kudurru son tan evidentes que no pueden ser obviadas. Por suerte, el estudio de los tres principales tratados astronómicos mesopotámicos que la arqueología ha conseguido recuperar del olvido, nos permite confirmar muchos de los vínculos que las imágenes nos sugieren.
Cuando Anu, Enlil y Enki
Los más antiguos textos astronómicos mesopotámicos a nuestra disposición son las tablillas Enuma Anu Enlil. Quizás, lo más correcto sería definirlos como astrológicos, dado que la mayor parte de su contenido es una colección de augurios y presagios basados en la posición de los astros. Sin embargo, la actual separación entre astronomía y astrología no sucedería hasta varios milenios más tarde, con la separación entre ciencia y superstición. Por lo que la diferenciación, en este caso, no es relevante para el tema que nos ocupa.
El título de estas tablillas se debe a su incipit, «Cuando Anu y Enlil» y, para ser justos, debería ser Enuma Anu Enlil Enki puesto que los tres dioses forman parte de esta primera línea, que es esencial para situarnos en el carácter mágico-religioso del texto. Si, como hemos señalado antes, los caminos de Anu, Enlil y Enki son respectivamente las franjas de estrellas ecuatorial, norte y sur del cielo, entonces, nombrar a los tres dioses sucesivamente puede ser indicativo de «todo el cielo». Esta era una práctica usual en las lenguas sumeria y acadia. Por ejemplo, la combinación de An, el cielo, y Ki, la tierra, era comprendida como «el cielo-tierra», es decir, el «todo», el «universo».
Este incipit señala que estas tres entidades celestiales designaron a Sin, la luna, o, en la versión acadia a Samash, el sol, como el signo de los presagios y les hace responsables del paso regular de los meses y los años.
La serie de augurios mantiene una estructura formal bastante constante, basada en sentencias del tipo: «Si el día alcanza su duración normal: habrá un reinado de días largos». El tema de las tablillas muestra un patrón que revela primero el comportamiento de la luna, seguido de los fenómenos solares, más otras actividades meteorológicas y, para acabar, el comportamiento de varias estrellas y planetas.
Las primeras 13 tablillas tratan de las primeras apariciones de la luna en varios días del mes, su relación con los planetas y estrellas, y fenómenos como halos lunares y coronas. La tablilla 14 detalla un esquema matemático básico para predecir la visibilidad de la luna. Las tablillas 15 a 22 tratan sobre los eclipses lunares. Las tablillas 23 a 29 se dedican a las apariencias del sol, dando detalles sobre su color, sus marcas y su relación con los bancos nubosos y las nubes de tormenta cuando se levanta. Las tablillas 30 a la 39 están dedicadas a los eclipses solares. Las tablillas 40 a 49 se refieren a fenómenos meteorológicos y terremotos, dedicando especial atención a los truenos. Las últimas 20 tablillas están dedicadas a las estrellas y planetas.
Las tablillas Enuma Anu Enlil, del segundo milenio AC, nos dan información abundante sobre los nombres de numerosos astros. Esta información nos basta para demostrar la continuidad de la nomenclatura y el simbolismo astronómico en Mesopotamia, a lo largo de tres milenios.
Tres Estrellas Cada Uno
El texto Tres Estrellas Cada Uno es la más antigua lista formal de estrellas. El texto está datado del siglo XII AC pero su contenido es claramente copia o variante de un texto anterior. Este documento lista 36 estrellas en una división tripartita de los cielos y asigna 12 estrellas a cada una de las tres listas, dando como resultado una especie de calendario de 12 meses donde cada mes tiene asignadas tres estrellas.
Esta particular organización de las estrellas tiene muchos puntos de contacto con la antigua concepción egipcia, que dividió el cielo en 36 decanos para dar forma a un calendario luni-solar de 12 meses, compuesto por tres "semanas" de diez días cada una. Ambos sistemas parecen reflejar la preocupación del sacerdocio por descubrir un sistema cosmológico matemáticamente perfecto, que permitiera calcular con precisión el ciclo del año y las estaciones. Fue ésta una tarea ardua, que no lograron alcanzar satisfactoriamente, al no estar suficientemente desarrollados los conocimientos matemáticos necesarios, pero mediante la cual estos pueblos antiguos llegaron a aproximaciones asombrosas mediante la simple observación.
Probablemente, los antiguos sacerdotes que observaban el cielo, tanto egipcios como mesopotámicos, pretendían encontrar en sus observaciones un cielo y un año perfectos de 360 noches, formado por 12 meses de 30 días, organizados en 3 "semanas" perfectas de diez. Sin embargo, tuvieron que enfrentarse a la tozuda realidad de un ciclo un tanto más complejo, de 365 días, 6 horas, 9 minutos, 9 segundos y 733 milisegundos.
Las estrellas o constelaciones nombradas en el texto Tres Estrellas Cada Uno están marcadas con el glifo Mul, conformado por tres símbolos Dingir agrupados. Parecen asignadas a un grupo u otro en función de su posición en el cielo, aunque se detectan varias incoherencias aparentes, que podrían deberse a varios factores en la redacción o transmisión del texto, desde errores en el copiado hasta identificaciones míticas que se nos escapan, sin descartar que se deban a una incorrecta identificación de algunas de las estrellas que se describen por parte de los intérpretes contemporáneos.
Cada una de las listas tiene el nombre de un territorio vecino que se nos presenta como una referencia a direcciones cardinales: Akkad para el norte, Amurru para el eje este-oeste, Elam para el sur.
Entre las constelaciones nombradas en estas listas descubrimos algunos asterismos que nos son muy familiares. En la lista de Estrellas de Akkad, nos encontramos con MAR GID DA, «el carro», A Mushen, «el águila», o SHU PA, «la estrella real», además de ZI BA NI TUM, «la balanza». En la lista de Estrellas de Amurru, podemos identificar a MASH TAB BA GAL GAL, «los grandes gemelos», Mush, «la serpiente», y AL LUL, «el cangrejo». En la lista de Estrellas de Elam, nos encontramos con la MUL MUL, literalmente la «estrella de estrellas», identificada con las Pléyades, así como con UR GUL LA, «el león», UGA Mushen, «el cuervo», GU LA, «el grande», identificado con Acuario, GIR TAB, «el escorpión», y KUA, «el pez», más que probablemente, Piscis Austrinus.
Los nombres de los asterismos recogidos en estas listas son suficientemente elocuentes para que los reconozcamos como muchas constelaciones que todavía hoy usamos.
La lista de estrellas Mulapin
La lista de estrellas Mulapin es el más completo de los tratados astronómicos mesopotámicos conservados. Se trata de un texto asirio del que han sobrevivido varias copias y fragmentos que evidencian el importante nivel de difusión que llegó a tener durante el primer milenio AC. Aunque la versión más antigua del texto se ha fechado en 686 AC, se piensa que la lista fue compilada, en el formato que nos ha sido conservada, hacia el año 1000 AC en la ciudad de Assur.
Por su datación, difusión y contenido, la lista Mulapin parece haber sido un compendio o resumen del conocimiento astronómico del sacerdocio, destinado a satisfacer las necesidades del poder ejecutivo en la elaboración de los calendarios oficiales.
De forma parecida al texto Tres Estrellas Cada Uno, pero también con importantes diferencias, la lista Mulapin clasifica a las estrellas en tres grandes grupos: 23 estrellas ecuatoriales de Anu, 33 estrellas de Enlil en el norte y 15 estrellas sureñas de Enki.
Esta ordenación responde a un patrón impecablemente fundamentado. Las estrellas situadas por encima de los 17 grados norte están asignadas a Enlil. Las estrellas situadas por debajo de los 17 grados sur están asignadas a Enki. Las estrellas comprendidas entre los 17 grados norte y los 17 grados sur están asignadas a Anu.
De este modo, las estrellas zodiacales, es decir, aquellas que traviesa el sol a lo largo de su curso anual quedan divididas de un modo muy particular: en el camino de Enlil durante el verano, en el camino de Enki durante el invierno y en el camino de Anu durante los equinoccios.
El número de estrellas asignadas a cada entidad pone de manifiesto la importancia de éstas en la jerarquía cósmica y se corresponde en cierta medida con las encontradas en sus valores numéricos, dónde: 60 es el valor de Anu, 50 el de Enlil, 40 para Enki, 30 para Zuen, 20 para Utu y 10 para Hadad.
La mayor parte de las estrellas y constelaciones que aparecen en la lista nos resultarán familiares, puesto que son las mismas que las del texto Tres Estrellas Cada Uno. No obstante, la lista presenta un gran número de estrellas que no estaban recogidas en el compendio citado y proporciona abundante información complementaria.
La tablilla 1, además de la lista de estrellas, recoge también las fechas de salida helíaca de 34 estrellas y constelaciones, que se dan de acuerdo con un año ideal de 360 días, las listas de estrellas y constelaciones que surgen y se ponen al mismo tiempo, el número de días entre la salida de varias estrellas y constelaciones, las estrellas y constelaciones que se elevan y culminan al mismo tiempo, las estrellas en el camino de la luna, es decir, las cercanas a la elíptica.
La tablilla 2, aporta los nombres del sol y los planetas y la explicación de que todos recorren el mismo camino que la luna, las estrellas en conjunción con la luna llena en los solsticios y equinoccios para juzgar la disparidad de los ciclos lunares y solares, recomendaciones para observar la aparición de determinadas estrellas y la dirección del viento en el momento de su primera aparición, valores muy aproximados del número de días que cada planeta es visible e invisible durante el transcurso de su ciclo de observación, las cuatro estrellas asociadas con los cuatro vientos direccionales, las fechas en las que el sol está presente en cada uno de los tres caminos estelares, dos tipos de esquema de intercalación, la duración relativa del día y la noche en los solsticios y equinoccios, y la longitud de la sombra proyectada por un gnomon en varios momentos del día en los solsticios y equinoccios, así como un esquema matemático básico que indica las horas de salida y puesta de la luna en cada mes y, finalmente, una selección de presagios astrológicos.
Divinas estrellas del cielo
Con el nombre Dingir Mul Anu, Divinas Estrellas del Cielo, hemos elaborado, con fines divulgativos, una reconstrucción ideal del mapa del cielo de los antiguos pueblos mesopotámicos. Se trata de un conjunto de 36 láminas ilustradas dedicadas a las principales constelaciones que se recogen en los tratados astronómicos babilonios.
Todas las constelaciones seleccionadas forman parte del catálogo Mulapin pero, con el objetivo que el conjunto forme un sistema limitado de 36 decanos, como en el texto Tres Estrellas Cada Uno, algunas estrellas de la lista original han sido excluidas y las escogidas se han organizado coherentemente en 3 grupos de 12 estrellas, atendiendo a su posición en el cielo y a su simbolismo. Esta organización permite que las láminas puedan ser interpretadas como un mapa del cielo y como un calendario, en el que cada mes tiene asignada una estrella por cada una de las tres entidades celestes: Anu, Enlil y Enki.
Las ilustraciones se han inspirado en motivos variados del arte mesopotámico y se han seleccionado específicamente para reflejar de la manera más aproximada posible la identificación simbólica de cada estrella. Para confeccionar las ilustraciones se ha seguido un minucioso proceso de calco vectorial.
El trabajo resultante no refleja con exactitud ninguna de las listas de estrellas arqueológicamente documentadas ni el conocimiento astronómico específico alcanzado en ningún periodo concreto, pero pensamos que es una visión diacrónica bastante objetiva de aquella perfección abstracta que los sacerdotes antiguos esperaban encontrar en sus observaciones de los cuerpos celestes.
Para este trabajo, hemos seguido la propuesta de transliteración del cuneiforme, traducción e identificación propuesta por Hunger y Pingree y recogida por John H. Rogers en Origins of the ancient constellations.
A continuación, ofrecemos una descripción sintética de cada constelación para simplificar la lectura de las láminas. La relación sigue el formato que describimos a continuación:
- transliteración del cuneiforme del nombre de la constelación
- identificación del asterismo
- traducción al español del nombre y el texto que la acompaña en la lista Mulapin
- descripción de los mitos y símbolos que los pueblos mesopotámicos asociaban a esta constelación
Camino de Anu
I- Mul Shinunutu i Mul Anunitu (Piscis)
«La estrella de la golondrina y la estrella de la gran dama del cielo. La estrella que está opuesta al campo y la estrella que está detrás del campo».
Para los antiguos mesopotámicos, los dos peces de la actual constelación de Piscis eran una golondrina, símbolo de la primavera, y un pez que se asociaba con Anunitu. Esta entidad, conocida como «gran madre» o «gran dama del cielo», estaba vinculada a las aguas primordiales de los primeros instantes de la creación del universo. Anunitu era una diosa primordial convertida en consorte del dios celeste Anu y tiene muchos elementos en común con otras diosas madres asociadas a las aguas dulces y los manantiales, como la irania Anahita, las diosas Ashera y Anat de Ugarit, la siria Atargatis, o la Danu de los pueblos proto-indoeuropeos, de la cual derivan, más que probablemente, las griegas Atenea y Artemisa y la romana Diana. ¿Cómo y en qué momento la golondrina descrita en el texto desapareció y el asterismo se convirtió en una pareja de peces? Podría explicarse por su cercanía a Acuario, constelación que tenía un papel muy destacado en la tradición de Enki y con la cual acabó formando la típica imagen simbólica de un hombre vertiendo el agua de un cántaro, junto a dos peces que brincan. La constelación es nombrada en la lista de las Estrellas de Akkad y en la lista Mulapin.
II- Mul Di Hun Ga (Aries)
«La estrella del jornalero. La estrella que está por detrás de ésta: el jornalero, Dumuzi».
Esta constelación no aparece en el texto Tres Estrellas Cada Uno pero sí entre las estrellas de Anu de la lista Mulapin. Antes de ser imaginada como una cabra, la constelación de Aries se interpretó como un campesino y se asoció con el dios Dumuzi. La asociación de esta pequeña constelación con el carnero de Aries parece haber estado en segundo plano, pero ya presente desde un periodo muy arcaico para, después, haber ido ganando protagonismo progresivamente durante el segundo y primer milenio AC. Para comprender este ascenso de Aries en la jerarquía de los astros celestes, hay que recordar que el paso del sol por esta constelación pasó a determinar el inicio de la primavera durante estos dos milenios. La literatura mesopotámica también nos ha dejado muestras de la asociación de este asterismo con una palmera datilera, árbol muy apreciado y estrechamente ligado al culto de Dumuzi.
III- Mul Gud An Na (Taurus)
«La estrella del Gran Toro del Cielo. El Gran Toro del Cielo, la mandíbula del toro, la corona de Anu».
Con este nombre conocían los antiguos mesopotámicos al asterismo que rodea la estrella Aldebarán, que era interpretado como los cuernos de un gran bóvido. Esta estrella roja es la más brillante de las constelaciones que conforman el zodiaco y fue interpretada a menudo como «el ojo del toro». Otro asterismo cercano, un cúmulo de estrellas, fue interpretado también como parte de la constelación del toro: la Mul Mul o «Estrella de Estrellas», que se corresponde a nuestras actuales Pléyades, conocidas desde antiguo como «la crin del toro». Sabemos que esta constelación tuvo un papel central en los cultos astronómicos entre el cuarto y el tercer milenio AC, cuando el paso anual del sol por esta constelación marcaba el inicio de la primavera. Su simbolismo estaba íntimamente vinculado a la realeza y a la figura del soberano, que era identificado como Rey Toro, de ahí el título de «Corona de Anu». Debido al fenómeno de precesión de los equinoccios, en el tiempo de confección de la lista Mulapin, el sol del equinoccio vernal ya se había desplazado, desde Aldebaran hasta más allá de las Pléyades, y abandonaba Tauro hacia la zona de Aries. Sin embargo, Tauro conservaba su áurea como dadora de la realeza y coronación de la primavera.
IV- Mul Si Pa Zi An Na (Orion)
«La Estrella del verdadero Pastor de Anu, Papsukal, el mensajero de Anu e Ishtar».
Aunque la lista Mulapin asocia la constelación de Orión a la entidad Papsukal, su descripción como pastor del cielo la vincula también al dios de la vegetación Dumuzi, quien encarnó la figura arquetípica del Buen Pastor. Papsukal es una divinidad de origen acadio, de la que disponemos escasa información, y que se sincretizó con una divinidad sumeria conocida como Ninshubur. Se le representaba como un ave caminando y era descrito como visir de Anu y como guardián de las puertas del cielo, igual que Dumuzi. La constelación de Orion tuvo un papel importante en la mitología de los pueblos antiguos por dos motivos principales. El primero, por tratarse de uno de los asterismos de identificación más simple, reconocible por las tres estrellas alineadas que conforman «el cinturón de Orión». El segundo, por que el ascenso helíaco de este asterismo precede en un mes exacto al ascenso de la estrella Sirio, la más brillante de las estrellas fijas del cielo, cuya aparición en Mesopotamia, al igual que en Egipto, anunciaba el periodo de inundaciones y estaba muy vinculada al ciclo hidrológico del Tigris y el Eufrates y, por lo tanto, al ciclo agrícola.
V- Mul Kak Si Ka Mul Ban (Canis Major)
«La estrella de la Flecha, la flecha del gran guerrero Ninurta y la estrella del Arco, la Ishtar elamita, la hija de Enlil».
Tal como comprobamos en las listas de estrellas babilónicas, nuestra actual «constelación del perro» Canis Major, era imaginada como un arco y una flecha en la antigua Mesopotamia. La singular estrella Sirio preside este asterismo, importante para todo los pueblos de la antigüedad. En el segundo y primer milenio AC, el ascenso de Sirio se producía justo un mes lunar después del solsticio de verano y marcaba el periodo de máxima inundación en los deltas de los ríos, que recogían las aguas del deshielo y de la lluvia primaveral. «La flecha» es también el origen del nombre del río Tigris, apodado así por la velocidad de sus aguas, mucho más rápidas que las del Eufrates.
VI- Mul Mush (Hydra)
«La estrella de la Serpiente, Ningizzida, el Señor del Buen Árbol, soberano del inframundo».
Lo que hoy conocemos como la constelación de Hidra parece haber sido identificado desde la remota antigüedad con una serpiente. En Mesopotamia, esta serpiente se consideraba el dios Ningizzida, el Señor del Buen Árbol, al que varios académicos han identificado como una versión arcaica de la serpiente del mito de Adán y Eva. En la mitología sumeria, esta entidad formaba junto a Dumuzi una pareja divina que ejercía de guardiana del inframundo, el reino del Irkalla. Su culto tuvo una importante difusión durante el gobierno del sabio Gudea de Lagash, que la elevó a la categoría de protector personal o familiar. Se consideraba a Ningizzidda hijo de Ninazu, una divinidad del inframundo, y esposo de Geshtinanna, la diosa del vino. Se trata de uno de los asterismos más grandes del cielo, cuya distancia el sol tarda unos tres meses en recorrer, casi una estación completa, tiempo que coincidía con el periodo estival. Otros pueblos antiguos también identificaron esta constelación con una serpiente o dragón, al que responsabilizaban de un modo u otro del calor abrasador de verano y de las sequías. Zohhak en Iran, Vritra en la India védica o la serpiente Apep en Egipto, parecen reflejos de este mismo tema mítico.
VII- Mul Ab Sin (Virgo)
«La estrella del Surco, Shala, la espiga de trigo».
La figuración del asterismo, que conocemos como la constelación de Virgo, y su principal estrella, Spica, como una joven doncella sosteniendo una espiga, también es de origen mesopotámico. Nos encontramos aquí ante la evidente continuidad de un mismo tema mítico que equipara a la diosa mesopotámica del grano, Shala, con las griegas Demeter y Ceres. Shala fue una diosa de la fertilidad comúnmente emparejada en los panteones con dioses agrícolas de la lluvia como Hadad y Dagon. Se la puede interpretar como una faceta de la diosa madre tierra dedicada específicamente a labores agrícolas y estrechamente relacionada con los festivales de la cosecha y la separación de las semillas que se usarían en la siguiente siembra. Como diosa femenina, se la vinculaba con la sumeria Inanna y la acadia Ishtar, ambas diosas del amor sexual, como la griega Afrodita o la romana Venus. De hecho, la expresión "Monte de Shala" era equivalente a nuestra expresión moderna "Monte de Venus" para referirse eufemísticamente al pubis de la mujer. La descripción de este asterismo como «la estrella del surco» es también una clara referencia al sexo femenino.
VIII- Mul Zi Ba An Na (Libra)
«La estrella de la Balanza del Cielo, el cuerno del escorpión».
El asterismo que forma la constelación de Libra tenía para los mesopotámicos una doble interpretación. Por un parte era vista como una balanza, pero al mismo tiempo se interpretaba como las pinzas del escorpión, un asterismo adyacente. El simbolismo de la balanza también guardaba relación con el calendario agrícola: el paso del sol por esta constelación coincidía con el equinoccio de otoño, en el mes posterior a la cosecha de final de verano, cuando el grano era pesado y se llenaban los graneros, que constituían las principales reservas de alimento en los meses de otoño e invierno. El simbolismo de la balanza pasó de Mesopotamia a grecia para formar la Constelación de Libra tal como la conocemos.
IX- Mul Gab Gir Tab (Scorpius)
«La estrella del corazón del Escorpión, Lishi, Nabu».
La brillante estrella Antares era conocida en Mesopotamia como «el Corazón del Escorpión». El paso del sol por este asterismo coincidió en tiempos babilónicos con el segundo mes después del equinoccio de otoño y marcaba el punto álgido de esta estación. De este modo, el Escorpión se convirtió en una especie de guardián simbólico de la puerta del invierno, la terrible y desoladora estación de la infertilidad, la más perfecta metáfora del inframundo donde habitan los muertos. Los festivales de otoño en Mesopotamia, al igual que los de otros pueblos antiguos tenía un doble carácter, como culto a los muertos, a los ancestros tribales y como culto de tipo mistérico o iniciático.
X- Mul Dingir Za Ba Ba Tu Mushen (Aquila)
«La estrella de Zababa, el águila».
La constelación del Águila y la que sigue en esta lista, la del Delfín, estaban estrechamente vinculadas entre ellas para los antiguos mesopotámicos y conformaban una escena mitológica ampliamente conocida en aquel tiempo: «el mito de Etana». Etana fue un rey mítico que no podía tener hijos y que ascendió al cielo, montado en un águila, donde el celeste soberano, Anu, le otorgó una planta mágica con la que pudo curar la infertilidad de su esposa. Este mito debió haber tenido una gran importancia en la consolidación y legitimación de un sistema patriarcal de sucesión real. Zababa fue un dios tutelar de la ciudad de Kish, representado como un estandarte con un águila en la parte superior. Este dios estaba muy relacionado con el dios guerrero Ninurta, del cual se decía que Zababa era su estandarte. La asociación simbólica del águila con el poder real y la soberanía tuvo una gran difusión en la antigüedad. Este asterismo marcaba el preludio del invierno.
XI- Mul Ad (Delphinus)
«La estrella del Hombre Muerto».
El Hombre Muerto fue identificado con toda probabilidad como el rey Etana, pero representaba fundamentalmente a los ancestros, y, más concretamente, a alguno de los antepasados reales. Esta constelación septentrional estaba muy vinculada a la estación del invierno. En el texto Tres Estrellas Cada Uno, el asterismo es llamado Damu, un arcaico dios de la vegetación que acabó siendo sintetizado con Dumuzi.
XII- Mul Ash Iku (Pegasus)
«La estrella del Campo, el asiento de Ea, al frente de las estrellas de Anu».
La constelación que conocemos como Pegaso es una de las más grandes del cielo y está formada por varios asterismos que los antiguos mesopotámicos entendían independientemente. El asterismo central de esta constelación, un gran cuadrado formado por 4 estrellas, en el interior del cual parece no haber estrellas menores, era apodado «el campo». El campo se concebía como el origen de las aguas de la lluvia de invierno y la primavera y se asociaba con el dios Enki. Este simbolismo puede verse también en Egipto, concretamente, en el conocido zodiaco de Dendera, donde es representado como una especie de estanque cuadrado de agua. El asterismo, en la parte izquierda del cuadrado de Pegaso, es otra vez la constelación de Piscis, con lo que la rueda del Camino de Anu vuelve al principio en este punto.
El Camino de Enlil
I- Mul Apin (Triangulum)
«La estrella del Arado, Enlil, la que va al frente de las estrellas de Enlil».
El Arado, Mul Apin, se corresponde con un pequeño asterismo septentrional, de forma triangular, que actualmente conocemos como la constelación del Triángulo. Esta constelación era la primera nombrada en la lista de astros conocida con su mismo nombre, donde aparece como la primera estrella de Enlil, y también era la primera entre las estrellas de la lista de Akkad. Su preeminencia en la astronomía mesopotámica muestra la importancia de este asterismo en el calendario de estos pueblos, que se debía, probablemente, al hecho que su ascenso se producía una lunación antes del equinoccio de primavera, por lo que actuaba como predecesora del Año Nuevo y determinaba la temporada de arado de los campos.
II- Mul Shu Gi (Perseus)
«La estrella del Hombre Anciano, Enmesharra, el ancestro de Enlil».
Nuestra actual constelación de Perseo era conocida en Mesopotamia como Shugi, el Anciano. La identificación de este anciano con Enmesharra, el ancestro de Enlil, nos muestra la continuidad de un vínculo entre este asterismo y el culto a los antepasados, concretamente a los ancestros de las familias reales. Cabe señalar que Perseo, además de un héroe griego, era también el mítico fundador de Micenas y, por extensión, uno de los antepasados de los monarcas griegos, lo que demuestra que los helenos reinterpretaron un antiguo simbolismo mesopotámico y lo adaptaron a sus necesidades locales. Shugi, representado en esta lámina, fue también un importante monarca de los tiempos arcaicos cuyo reinado está atestiguado en la Lista Real Sumeria y corroborado por hallazgos epigráficos.
III- Mul Gam (Auriga)
«La estrella del Cayado, Gamlum».
La constelación que conocemos actualmente como Áuriga estaba dividida en varios asterismos en la antigua Mesopotamia. El asterismo alrededor de la estrella Capella era conocido como el Cayado, elemento que parece haber tenido una gran importancia ritual en la liturgia que rodeaba la figura del soberano. Como todas las estrellas del norte, Mul Gam estaba en el camino de Enlil, el monarca de los dioses.
IV- Mul Mash Tab Ba Gal Gal (Gemini)
«La estrella de los Grandes Gemelos, Lugalgirra y Meslamtea».
Antes de ser conocidas como los Dioscuros, Cástor y Pólux, las estrellas principales de la constelación de Géminis ya eran interpretadas como una pareja gemela. En la antigua Mesopotamia sus nombres eran Lugalgirra y Meslamtea, dioses del inframundo, y estaban al servicio de Nergal y Ereshkigal, los soberanos del más allá. Esta constelación, una de las doce del zodiaco, debió tener un simbolismo especial por su ubicación, justo en uno de los dos puntos donde la elíptica se cruza con la Vía Láctea.
V- Mul Al Lul (Cancer)
«La estrella del Cangrejo, el trono del cielo».
La constelación de Cáncer forma parte del zodiaco y el paso del sol por esta constelación coincidía con el solsticio de verano entre el segundo y el primer milenio AC. Este momento del año marcaba el punto más alto del sol en el cielo y, por ello, la formación de estrellas era considerada como «el trono de Anu». El asterismo se imaginaba como una silla de perfil. Este simbolismo era común al de Egipto, donde la constelación se asociaba con la diosa Isis, quien era concebida en esencia como el trono de Osiris. La interpretación arcaica del asterismo como una silla real parece que fue sustituida paulatinamente por un simbolismo más complejo, el del cangrejo. La lista Mulapin recoge oportunamente ambas referencias. La función de este crustáceo en la mitología y la cosmología mesopotámica no están nada claros, pero el simbolismo podría tener su origen en un antiguo culto metalúrgico. Los cangrejos fueron usados por varias culturas como distintivo de los herreros, por el uso que estos artesanos hacen de las pinzas. El fuego era otro de los símbolos principales de los herreros y la fiesta del fuego por excelencia ha sido siempre el solsticio de verano. Aunque en apariencia parece fundamentada, esta interpretación no es más que una hipótesis, debido a la falta de información que nos permita confirmarla o rechazarla.
VI- Mul Ur Gu La (Leo)
«La estrella del León, Latarak».
El asterismo del que forma parte la estrella Regulus, en la constelación de Leo, ya se asociaba con el león en los tiempos antiguos. El paso del sol por esta constelación del zodiaco coincidía con el mes más caluroso del año, que aproximadamente se correspondería con nuestro agosto actual. Era ésta la temporada más habitual para el inicio de campañas militares. El simbolismo del león también estaba estrechamente vinculado a los territorios salvajes, no civilizados, como la estepa y el desierto, lugares donde habita lo desconocido, solamente accesibles para los guerreros más valientes y preparados.
VII- Mul Shu Pa (Bootes)
«La estrella de Enlil, el que decreta el destino de la tierra».
La estrella de Enlil, o lo que sería lo mismo, la estrella del rey, era con toda probabilidad el astro que actualmente conocemos como Arcturus. Es ésta una estrella brillante del norte, visible durante todas las noches del año, que rota dibujando un círculo alrededor de la estrella polar.
VIII- Mul Mar Gid Da (Ursa Major)
«La estrella del Carro, Ninlil, la Señora del Viento».
El Carro es uno de los asterismos más populares y reconocibles del cielo. La tradición helénica hace de éste una parte de la Osa Mayor, sin embargo, ya en la antigua Mesopotamia era identificado con un carro. El carro de la ilustración, cuya forma recuerda esquemáticamente al asterismo, está tomado del lado de la guerra del Estandarte de Ur, una magnífica pieza arqueológica expuesta en el British Museum. Por su parte, Ninlil, la Señora del Viento, era la esposa de Enlil y, por lo tanto, la reina de los dioses en el panteón sumerio y acadio.
IX- Mul Lamma (Lyr)
«La estrella brillante de la Cabra, Lamma, el mensajero de Baba».
Mul Lamma ha sido identificada como la estrella Vega de la constelación de Lira, una de las más brillantes del cielo, situada en el hemisferio norte. En la antigua Mesopotamia este astro se asociaba con Baba, una entidad misteriosa, relacionada con la diosa de la curación Gula, que todavía no ha sido explicada satisfactoriamente. Su simbolismo original no fue adoptado por la civilización helénica, que interpretó esta constelación como la lira del dios Apolo.
X- Mul Mu Bu Kesh Da (Draco)
«La estrella del yugo enganchado, el gran Anu del cielo».
La lista Mulapin nos da una información muy valiosa sobre este asterismo, que ha sido identificado como la constelación de Draco. Su descripción como «la estrella del yugo enganchado» es una clara referencia a la ubicación de esta constelación, enganchada al eje del cielo. Esto tiene sentido porqué su principal estrella, Thuban, era la estrella que ocupaba el lugar de nuestra actual estrella polar, en el segundo y primer milenio AC. Así mismo, la identificación de este astro con «el gran Anu del cielo» es profundamente reveladora de la concepción cosmológica de los antiguos pueblos mesopotámicos y de la esencia de Anu como serpiente o dragón del cielo, algo que explicaría la iconografía habitual de los kudurru casitas, donde una serpiente domina frecuentemente la parte superior, junto al sol, la luna y el planeta Venus.
XI- Mul Anshe (Pegasus)
«La estrella que está a su lado: el caballo».
Nuestra constelación actual de Pegaso, era concebida como varias constelaciones en la antigua Mesopotamia. Ya hemos observado que una parte de esta constelación, el gran cuadrado de Pegaso, era conocida como "el Campo". No obstante, la parte derecha de la constelación se identificaba como un caballo y de ahí, al parecer, tomaron los griegos la inspiración para conformar la constelación que hoy conocemos con el nombre del mítico caballo alado de Belerofonte, nacido de la sangre de la górgona que cayó en el desierto, después de que el héroe Perseo la decapitara.
XII- Mul Di Lim (Cassiopeia)
«La estrella que está detrás: el Ciervo, mensajero de las estrellas».
La forma característica de M o W de la constelación de Casiopea, era interpretada por los antiguos sacerdotes mesopotámicos como los cuernos de un ciervo salvaje. Poco o nada sabemos sobre la interpretación que hacían de esta figura y de su significado simbólico, más allá del hecho obvio que el ciervo era un animal asociado con la temporada invernal y con las zonas montañosas alejadas de los núcleos urbanos.
El Camino de Enki
I- Mul Ku (Piscis Austrinus)
«La estrella del Pez, Enki, la que va al frente de las estrellas de Enki».
El asterismo alrededor de la brillante estrella Fomalhaut, de la constelación de Piscis Austrinus, ya era interpretado como un pez en la antigua Mesopotamia. El asterismo aparece en todas las listas mesopotámicas de estrellas, siendo la primera de las estrellas de Amurru. Este pez del cielo meridional se identificaba con Enki, «el Señor de la Tierra», dios de las aguas subterráneas fertilizantes, el sacerdote de los dioses, patrón de los artesanos y origen del conocimiento. La imagen mitológica del pez sabio tiene profundas conexiones con tradiciones de otra muchos pueblos antiguos, como, por ejemplo, el pez Matsya en la tradición hindú o el Salmón de la Sabiduría de la tradición irlandesa. En Mesopotamia, el pez tuvo un importante papel desde tiempos arcaicos, como símbolo de los grandes sabios antediluvianos, los Apkallu, quienes habían traído los dones civilizatorios a la humanidad.
II- Mul Nun Ki (Puppis)
«La estrella de la Señora de la Tierra, la estrella de Eridu, Enki».
En la antigüedad, el asterismo meridional del que forma parte la estrella Canopus era considerado la base del cosmos, algo así como la parte baja del eje del mundo. Era la estrella de la madre tierra, Ninhursag, «la Señora de la Gran Montaña», cuyo símbolo era la cuchilla del cordón umbilical, en forma de omega. Ella era el fundamento de todas las ciudades y del primer templo del mundo: Eridu. Esta entidad femenina, la gran matriz del cosmos, nos recuerda a Deméter y Cibeles, diosas de la tierra cuya corona es la ciudad.
III- Mul Nin Mah (Vela)
«La estrella de la señora de la maternidad, la estrella que está a su derecha, Ninmah».
Según la tradición sumeria y acadia, recogida, por ejemplo, en el poema de Athrahasis, la humanidad fue creada del barro por Enki y Ninmah. La constelación sureña de Vela era el lugar donde se ubicaba este acontecimiento. La tradición egipcia también recogía este tema mitológico, que se puede identificar en el Zodiaco de Déndera.
IV- Mul En Et Na Bar Hum (Crux)
«La estrella En Te Na Bar Hum, Ningirsu».
En Mesopotamia, la constelación de la Cruz del Sur estaba asociada al dios Ningirsu y era imaginada como un jabalí. Un cerdo salvaje fue reconocido en esta zona de las estrellas por distintos pueblos de la antigüedad. El jabalí de Arimanto, que fue derrotado por Heracles, o el Jabalí de Calidón son claros reflejos de este antiguo tema. Tanto el jabalí celeste como el dios Ningirsu estuvieron vinculados a cultos metalúrgicos. El simbolismo de este asterismo es coherente con la imagen que tenían los sacerdotes del camino de Enki: la franja de estrellas meridionales, la zona baja del cosmos, las profundidades de la tierra. Era en ese mundo subterráneo y misterioso donde los herreros encontraban aquella materia prima de asombrosas cualidades: los metales.
V- Mul Gish Ga Nur (Carina)
«La estrella del Arrastrador. La estrella que está a su lado, el Arrastrador, el arma de Mar-biti, dentro de la cual se ven las aguas subterráneas».
La actual constelación de Carina era imaginada como un pozo cósmico, al fondo del cual estaba el Apzu. En sumerio, Ap significa «agua» y Zu significa «profundidad», pero también «conocimiento». Por ello el Apzu puede ser traducido como las «aguas profundas», pero también como las «aguas del conocimiento». Este pozo cósmico nos recuerda de manera notable al pozo de Mímir de la mitología escandinava, donde el dios Odin obtuvo el conocimiento de las runas y su sabiduría omnisciente.
VI- Mul Shullat i Mul Hanish (Centaurus)
«Las dos estrellas que están tras ella, Shullat y Hanish, el Sol y la Tormenta».
La constelación del Centauro ya era reconocida en Mesopotamia com un animal híbrido, humano en su parte superior, animal en su parte inferior. La representación de esta criatura mitológica era bastante variada, siendo el hombre-escorpión la más habitual. En los Kudurru casitas se pueden hallar diferentes variantes: como un hombre ave o un centauro de estilo helénico. Casi en su totalidad, estos seres son representados como arqueros. La descripción de la lista Mulapin señala las dos estrellas más brillantes de este asterismo, los pies del centauro, como Samash y Hadad, es decir, como el Sol y la Tormenta, lo que nos parece una clara referencia a la estación del otoño.
VII- Mul Ur Idim (Lupus)
«La estrella del Perro Loco, la estrella que está en el lado izquierdo del Escorpión, el perro loco, Kusu».
Es bastante plausible que el Perro Loco se corresponda con nuestra constelación del Lobo, lo que volvería a demostrar la continuidad de la tradición astronómica de Mesopotamia en la antigua Grecia. Kusu es otra misteriosa entidad mesopotámica de la cual no tenemos un gran conocimiento. Estaba estrechamente asociada a las tareas agrícolas y también con las metalúrgicas, pero no existe un consenso sobre su papel en el panteón.
VIII- Mul Ma Gur (Corona Australis)
«La estrella de la Barcaza».
Para los antiguos sacerdotes, la forma de semicírculo de la constelación de Corona Australis era una barcaza. No podemos descartar que esta nave fuera interpretada como el arca de Athrahasis, el sabio que sobrevivió a la gran inundación. Sin embargo, existen otros asterismos candidatos a ocupar esta función en la mitología sumeria y acadia. Lo cierto es que la barca está oportunamente colocada en el Camino de Enki y navega por las aguas subterráneas que son sus dominios.
IX- Mul Gir Tab (Scorpius)
«La estrella del Escorpión, Ishara, la Señora de Todas las Regiones Deshabitadas».
La interpretación del asterismo meridional en forma de gancho como el aguijón de un escorpión también se remonta a la antigua Mesopotamia. Esta criatura surgía de la conjunción de tres asterismos: la balanza (pinzas), el corazón del Escorpión y el aguijón. Su importancia en el calendario mesopotámico era central, como símbolo del otoño.
X- Mul Pa Bil Sag (Sagittarius)
«La estrella que está detrás de ella: Pabilsag».
Pabilsag fue un dios tutelar de la ciudad de Isin que expandió su influencia en toda Mesopotamia. Aunque conocemos un mito sobre él, El viaje de Pabilsag a Nippur, éste no nos proporciona información demasiado abundante sobre esta entidad. Pabilsag se identificaba con la constelación de Sagitario. Aunque uno de sus sobrenombres era «el toro salvaje de patas multiculorores», también fue representado como un arquero centauro. El paso del sol por esta constelación zodiacal marcaba el último mes del otoño.
XI- Mul Suhur Mash Ku (Capricornus)
«La estrella del Pez Cabra».
La criatura híbrida, el pez con cabeza de cabra, identificada con la constelación de Capricornio era muy usada en la antigua Mesopotamia como representación del dios Enki. Este dragón acuático con cabeza de cabra fue recogido en el zodiaco helénico sin ningún tipo de adaptación a su panteón mitológico. En el segundo y primer milenio AC, Capricornio era la constelación del solsticio de invierno, que daba inicio a la estación más fría del año.
XII- Mul Gu La (Aquarius)
«La estrella de El Grande, Enki».
La constelación de Acuario tiene un claro origen mesopotámico. El anciano sabio que arroja agua con sus jarras fue identificado primeramente con el sabio del diluvio, que era conocido como «el Grande», o como «el Gran Sabio». El héroe que salvó a la humanidad de la gran inundación y que se convirtió en progenitor de la humanidad, fue llamado Ziudsudra en sumerio, Athrahasis en acadio y Utnapishtim en babilonio. Este artesano mítico era considerado el devoto ideal del dios Enki de la sabiduría. En la lista Mulapin, es identificado directamente con el dios Enki. Cuando los griegos conformaron su zodiaco, esta constelación fue primeramente identificada con Deucalión, el héroe del diluvio griego, para pasar más tarde a identificarse con Ganímedes, el copero de Zeus. A pesar de los cambios, la iconografía de este asterismo se mantuvo intacta y siguió siendo representada como un hombre que vierte agua sobre la tierra. El simbolismo es consecuente con el hecho que el paso del sol por Acuario, en el segundo mes invernal, determinaba el inicio de la temporada de lluvias. Este personaje mítico tiene paralelismos innumerables en otras culturas antiguas, entre los que destacan Manú de los Vedas o Noé del Génesis.
Bibliografía
Textos originales:
- «Enuma Anu Enlil»
Jiménez, E. (2014). Commentary on Enūma Anu Enlil. (https://ccp.yale.edu/p461268) - «Mul Apin»
Open Richly Annotated Cuneiform Corpus. (http://oracc.museum.upenn.edu/cams/gkab/Q002715/)
Estudios y traducciones
- Rogers, John H. (1998) Origins of the Ancient Constellations: I. The Mesopotamian traditions. Journal of the British Astronomical Association. (http://adsabs.harvard.edu/full/1998JBAA..108....9R)
- Van der Waerden, B. L. (1949) Babylonian Astronomy. II. The Thirty-Six Stars. Journal of Near Eastern Studies Vol. 8.
- Bottero, Jean (2004). Cuando los dioses hacían de hombres. Madrid: Akal.
- Eliade, Mircea (1978). Historia de las creencias y las ideas religiosas. Cristiandad.
Más información
- Babylonian Star Catalogues en la Wikipedia (https://en.wikipedia.org/wiki/Babylonian_star_catalogues)
Res està quiet, tot es mou, tot flueix,
dialècticament, com una conversa.